En nuestro país hay situaciones que no cambian
con el paso del tiempo, no con la rotación del poder político. Si bien es
cierto que en los últimos años los poderes públicos son objeto -cada vez más-
de observación por parte de un circulo muy pequeño de estudiosos y organismo
civiles, también lo es, que esos poderes se resisten a transparentar sus actos
y consecuentemente a democratizar su labor.
Uno de estos poderes es el Judicial, quien
tranquilamente se ha quedado quieto y en la sombra, saberdor de que es la forma
de no llamar la atención, mientras las críticas y peticiones de reforma se
concentran en el Legislativo y Ejecutivo.
Ante las transformaciones que el país requiere
y las innovaciones que el derecho ha tenido el Judicial ha optado por el
anquilosamiento, la opacidad y el hermetismo. Este poder tiene pendientes que
no ha logrado subsanar con sus pequeñas reformas, para los tiempos que México
vive, es un poder judicial vetusto.
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